xoves, 23 de xuño de 2011

DON JOSE PUMAR GANDARA, EN XENTE DE AQUI, DE ALA E DE ACOLA.

Programa de entrevistas, en clave persoal, que emitirá BERTV-CANAL 31 a Televisión Local de Bergantiños. Dirixido e presentado por Xosé María Arán. Emitese o venres ás 21 horas e repónse o sábado e lúns ás 12:00 e ás 16´30.
Emisión: 24-06-2011
Don José Pumar Gándara.


Val deo  Dubra 1931.
Nacido y Bautizado en Buxán /(Val do Dubra) el 8 /X/1931 Ordenado sacerdote en Santiago el 6-VI/1954.

Cura de las parroquias: Xavestre (1954-55)Trazo (1955-60) Bastavales (1960-1975), Seavia-Erbecedo (1975-1987), Padrón (19987-1997).
Desde esta fecha en Carballo, como miembro del equipo sacerdotal que atiende la Unidad Pastoral.
Músico, escritor, investigador o etnógrafo son algunas de las facetas que tiene en la maleta este estudioso viajero de la vida. Enamorado de la obra y la tierra de Rosalía de Castro, Pumar Gándara tras recorrer varias parroquias, entre ellas las de Bastavales o Seavia, vive en la capital de Bergantiños, entregado al conocimiento de una comarca que siente como propia...

Dice Pumar "Ser galeguista é ter espíritu de amor á terra dun, e á xente, e tamén á vida e aos mortos"
El dicho es conocido (y para el hablar, nada mejor que un dicho): ese cura sabe latín. Si se usa con otros sujetos, el predicado es una manera de darle un plus de sabiduría al protagonista. Pero si se aplica a un cura, entonces es que habla latín de verdad.

Xosé Pumar Gándara lo habla y lo escribe a la perfección. Esta entrevista, si el entrevistador pasase de la primera declinación o dominase los ablativos, podría realizarse en ese idioma, pero la verdad es que los secretos de la lengua que nació por el Lacio solo los domina quien, además de haberse dedicado casi toda su vida al ministerio religiosos (fue ordenado hace 54 años por el cardenal Quiroga) es además un conocido investigador de la historia y las tradiciones de los lugares a los que pertenece o por los que pasa.
Así que sacerdocio, lenguas, investigación...

Hábitos
Lo primero fueron los hábitos. No es tema menor que Pumar Gándara sea la cuarta generación (y tres sacerdotes más por la rama materna) de una familia de curas. Un tío, otro tío, otro tío, él. Pumar Foxado, Pumar Cornes, Pumar Gómez y Pumar Gándara. No habrá quinta, «lamentablemente». Su sobrino ha optado por el régimen especial agrario más que por el general de la vocación sacerdotal.

Xosé Pumar nació en la aldea de Quintán, en Buxán-Val do Dubra. Un bistío era coengo en la catedral de Santiago y lo llevó a Santiago de niño, en el 35, con solo cuatro años. En julio de ese año, recuerda, lo llevaron a ver el aeropuerto de Lavacolla. Su vida iría quedando ya muy asociada ya a Compostela, pero siempre sin perder el fuerte vínculo con su tierra natal, sobre todo en las vacaciones. Y que aún mantiene.

Es la suya una descendencia de una casa fuerte. El primer cura de la estirpe era ya hijo de un cabezadoiro, un hombre destacado, que cobraba las rentas, iba a Santiago y hasta tenía en su Casa el Concello, la misma en la que nació Pumar.
Hecho cura, su vida pastoral lo fue en cinco parroquias. Xavestre, en Dubra, de interino. Trazo, cinco años, no muy lejos. Bastavales, 14 años, un lugar que lo marcó especialmente. Seavia, en Coristanco, 13 años, y Padrón, una década más.
En Bastavales se impregnó de Rosalía. A ella, a su obra, a su conocida poesía dedicada a las campanas de la iglesia («a verdade é que resoaban moito»), debe tal vez su espíritu galeguista. «É que todo o mundo me preguntaba por Rosalía, e eu estudeina moito». Hizo más, escribió la historia de Bastavales en once tomos manuscritos, como homenaje a los también once de López Ferreiro que se guardan en la catedral. Y once volverán a ser los de la historia de Seavia.
En Bastavales hizo más, porque compuso hasta el himno. Dejó huella. El campo de fútbol de este lugar lleva ahora su nombre. Tiene una iglesia que, en la comarca, es como una catedral. De ella dijo Quiroga que tiene el atrio más bonito de la diócesis.

Radio, Pumar vive en Carballo, jubilado, pero escribiendo, dando misas, participando en el espacio de los martes de Radio Voz Bergantiños junto a José García Gondar, y cuyos textos pueden verse en la web parroquial (http://www.parroquiadecarballo.com/).

En sus intervenciones se aprecia ese matiz galeguista del que tal vez se impregnó en el sur de la provincia. Pero, ¿qué es eso exactamente? «Ser galeguista é ter amor á terra dun, e á xente, e tamén á vida e aos mortos. Sobre todo, á terra e á xente. Hai moita cuestión política nisto, pero eu profundizo máis. A patria é a terra e máis os mortos». De ello, y de su capacidad de observación, fue surgiendo su afán compilatorio. Recogiendo palabras, voces, rito, tradiciones, que corren el riesgo de perderse, si es que no lo han hecho ya.
Lo mueve también su amor por la lengua propia. Recuerda los castigos, cuando estudiaba, por hablar gallego. Los profesores querían que lo fuese perdiendo, él y sus compañeros. Eran años difíciles, para el idioma y para la vida misma.

En latín escribe a diario buena parte de su diario. Cada vez, más. Sobre todo, los sentimientos, aspectos íntimos, temas que no le interesa que otros sepan. No las descifrarían ni los que también manejan esta lengua, avisa, dado su dominio. En latín ha escrito (¿quién, si no?) la dedicatoria del hórreo que la próxima semana la delegación parroquial entregará al Papa en Roma.

A Xosé Pumar le gusta echar la vista atrás. El mundo de hoy lo ve «¡tan cambiante, de xeito tan acelerado!». Cree que se está perdiendo el humanismo, «que cede en orde á mecánica, á informática, á economía. Estropeamos fisicamente este mundo noso».

Comparaciones
Le gusta echar un vistazo a las fotos antiguas, y compara. «Hoxe vese moito cemento, uralita. Non se respecta a terra, parece que a maltratamos, e todo ao servizo da mecánica». Reconoce que se ha mejorado en muchos aspectos, pero matiza: «Ao mellor, a doses de dor no mundo de hoxe son tantas ou máis que fai moitos anos. Había felicidade naquel mundo. Non quero darlle á moviola para atrás, pero pérdese aquela confianza que había. Comías o caldo alí onde estaba, dábanllo aos rapaces, estaban as portas abertas...», concluye el sacerdote, con un más que evidente atisbo de melancolía no disimulada.

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